Jerusalén es una ciudad de Oriente Próximo, situada en los montes de Judea, entre el mar Mediterráneo y la ribera norte del mar Muerto. Los israelíes la han erigido como capital del Estado de Israel, mientras que el Estado de Palestina reivindica su parte oriental como su propia capital.
Levantada hace más de cinco mil años a medio camino entre Oriente y Occidente, Jerusalén ha sido y será una de las ciudades más apasionantes del mundo, con una historia que atrapa y un patrimonio que le ha llevado a convertirse en Ciudad Santa para las tres principales religiones monoteístas del mundo.
El brillo dorado de la Cúpula de la Roca alumbra las iglesias, mezquitas y sinagogas que salpican las angostas calles de Jerusalén, donde todo el mundo es bienvenido.
¿Por qué visitar Jerusalén?
Protegida por los Montes de Judea y bañada en piedra caliza, Jerusalén es una ciudad que despierta la curiosidad de la mente más indiferente. Pocos lugares del mundo pueden presumir de concentrar tal magnitud de arte, historia y tradición en un lugar tan especial como la Ciudad Vieja de Jerusalén, el origen de la Ciudad Santa.
Esta laberíntica red de calles sin planificación ninguna desprende una energía y un magnetismo difíciles de explicar. Paseando por la Ciudad Vieja es posible ver iglesias, mezquitas y sinagogas repartidas por los cuatro barrios de Jerusalén. Aquí los ojos del turista se cruzan con la mirada de los apresurados judíos ortodoxos, los alegres musulmanes del zoco y los solemnes peregrinos cristianos.
Jerusalén ha sido bautizada como la ciudad tres veces santa. Según la tradición cristiana, Jerusalén fue el escenario de la crucifixión, muerte y resurrección de Jesús. Para los musulmanes, fue aquí donde Mahoma ascendió a los cielos desde la majestuosa Cúpula de la Roca. Por su parte, los judíos veneran la Ciudad Santa por albergar el vestigio más importante del histórico Templo de Salomón: el Muro de las Lamentaciones.
Pero más allá de religión y fe, viajar a Jerusalén significa abrir los ojos, el oído y el corazón a nuevas sensaciones. Así entenderéis la mezcla de culturas tan especial que se respira en cada rincón de la ciudad, donde los pantalones vaqueros y las minifaldas se mezclan con los turbantes y las kipás en el más bonito de los cuadros: Jerusalén.
¿Por dónde empezar?
Como hemos mencionado antes, lo más importante al visitar Jerusalén es abrir bien los ojos. Pasear por sus bulliciosas calles es una atracción en sí misma, complementada, eso sí, con sus históricos monumentos.
El Muro de las Lamentaciones, la Cúpula de la Roca y el Santo Sepulcro son el triángulo de oro del patrimonio de Jerusalén. Después de estas joyas de la historia del arte, la abarrotada Vía Dolorosa o el sagrado Monte de los Olivos continúan la lista de monumentos imprescindibles de Jerusalén.
Para conocer más a fondo la historia reciente del pueblo judío, lo mejor es visitar el Museo del Holocausto, un oasis de memoria y reflexión. El Museo de Israel es el otro museo estrella de Jerusalén, famoso en todo el mundo por albergar los Rollos del Mar Muerto, unos documentos de incalculable valor.
Y por si todo esto no es suficiente para llenar la maleta de recuerdos, Jerusalén es el punto de partida de infinitas excursiones a ciudades cercanas, como Belén, Nazaret, Masada o el Mar Muerto. ¿A qué esperas para descubrirlo?